jueves, 25 de diciembre de 2008

sefiní

Dicen que cuando se acerca el fin de año nos ponemos serios y hacemos balances. Activos y pasivos. Yo no soy de pensar mi vida en términos contables, pero este año gané varias cosas, entre ellas, una afición, la escritura. En un primer momento, decidí abrir este lugar para registrar experiencias y delirios, pero en el intento descubrí un mundo paralelo, donde habitaban otras personas que necesitaban hacerse oír o, simplemente, descargar, escapar, evadirse. Dio la casualidad -o causalidad, diría alguien- que este acontecimiento coincidió con mi primer año sola y la verdad es que, mal que mal, lo sobreviví. A pesar de la mugre, la desnutrición y las cucarachas, armé mi covacha. Y así, se dio por cumplido el propósito de este blog: acompañarme en esta vida sola. Un abrazo a todos los que estuvieron firmes ahí, como mástil de bandera. O como sorete en punta (Edu's dixit). Hasta pronto.

Ana

viernes, 3 de octubre de 2008

Actualizando metáforas

No hay cosa menos feliz que decirle a una mujer que "se le fue el tren". En un trabajo conjunto con los muchachos de la Academia (tuvimos que resignar a los del Rojo) hemos realizado una investigación y concluido que lo que más ofende a las mujeres no es que alguien pueda sugerir que los años les pasaron por encima cual 4x4, sino que las traten de desactualizadas y poco amigas de la tecnología. Que les digan que "se les fue el tren" en un contexto como el nuestro, es lo mismo que sugerir que "se les fue la carreta". Creo que la ofensa podría mitigarse con un "se te fue el Lamborghini" o "no pudiste subirte al helicóptero de la vida".

En fin, hablando un poco más en serio, me parece bastante errado pensar que la vida es una carrera y que al más rápido -o a la más rapidita- le va a ir mejor. No sólo lo considero machista, ya que en la mayoría de los casos esta frase se aplica a "la carrera hacia el casamiento", sino que también me parece bastante darwinista. Saquen sus propias conclusiones y, si tienen alguna sugerencia para actualizar la infeliz metáfora, bienvenidos sean.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Vamo' las marchas


En el trabajo, alguien me hizo notar que cuando estoy feliz, tarareo himnos o marchas (desde la Marcha de San Lorenzo hasta el himno peronista). Me preocupa sobremanera desde un punto psicoanalítico. ¿Tendré un milico adentro? Llamen a un exorcistaaaaaa.

miércoles, 27 de agosto de 2008

La excusa de la música

Todos recordamos momentos en que, si no hubiera sido por la melodía, el ritmo o los tambores, habríamos sido los seres más miserables de toda la humanidad. A continuación, enumero algunas de los papeles que, sin querer, desempeña la música en nuestras vidas:

  1. Si no fuera por la música: no tendríamos ni pan para comer. Uno de los puntos de encuentro de parejas son los boliches. En los boliches se pasa música, generalmente pedorra. Y la música pedorra es sin dudas una excusa: ¿quién se pondría a escuchar "Yo soy tu mamita" (enter name) en su casa si no es para generar el impulso suicida? Alguien podría objetarme qué pasaría entonces con los recitales, pero no entraría en la categoría de "excusa" porque se supone que si alguien va a un recital es porque le gusta la banda.
  2. Si no fuera por la música: viviríamos solos. Cuántas veces nos pasa de buscar un tema "pilas" para levantar la noche, o un tema "buena onda" para tapar los silencios de nuestros concubinos. La convivencia no es fácil y en esos momentos, la música se vuelve nuestro mejor aliado. Clave: poner la banda que le gusta al otro (léase Spinetta, o quién sea).
  3. Si no fuera por la música: seríamos zombies. Aunque algunos les gusta estudiar o trabajar en silencio, muchos otros necesitan de música de fondo para concentrarse. Sea lo que sea, en este caso la música es una excusa para no morir de embole.
Sin embargo, lo anterior fue la antesala al siguiente interrogante:

¿Qué razón de ser tiene a escuchar a Leo Mattioli, por el parlante del celular, en un bondi?

martes, 19 de agosto de 2008

¿Hay algo más asqueroso...


... que la toalla diminutiva para el bidet? Queda implícito que su uso es exclusivo del dueño de la casa, pero ¿alguna vez pensaron que alguien, de querer perpetrar una maldad, simplemente tendría que agarrar la toallita y hacer quién sabe qué cosa con ella? Yo tampoco lo había pensado, hasta ayer.

viernes, 8 de agosto de 2008

inmersa en un mundo de tareas alienantes que...

-no me dejan respirar sin agitarme
-no me dejan dormir sin exaltarme
-no me dejan caminar sin correr
-no me dejan hablar sin gritar
-no me dejan comer en una mesa
-no me dejan estar quieta un segundo sin buscar "algo para hacer"

tomé la decisión de comprarme una bicicleta. Sé que es bastante probable que me la afanen después de recorrer un kilómetro o que me pise un auto, pero estoy dispuesta a correr esos riesgos. Es ridículo que salga del laburo y para despejarme, me meta en el gimnasio a hacer que corro en una cinta. Y que después de 10 minutos, me suba a una bicicleta que no lleva a ningún lado. Y que después de otros 10 minutos, venga un tipo con traje fluorescente y me cague a pedos como si fuera mi mamá porque no voy tres veces por semana y no pateo lo suficientemente alto.

A ustedes la ciudad los aliena, or is it only me!?

viernes, 18 de julio de 2008

Alucinógeno natural

Dormir poco tiene en mí -en todos, ¿no?- un efecto alucinógeno inversamente proporcional: menos horas duermo, más alerta se ponen mis sentidos. Cuando estoy muy cansada, suelo entrar en una especie de trance a nivel consciente, en el que se suceden una catarata de delirios como el que sigue.

El otro día tomé el colectivo 15 cargando muy pocas horas de sueño. Viajaba como de costumbre en un asiento de la ventanilla, cerca, pero sin llegar al fondo. Había sido un día particularme estresante y, después de trabajar 18 horas seguidas, estaba en un estado de vigilia extrema en el que cualquier ruidito o movimiento, por más ínfimo que fuera, me hubiera sobresaltado hasta el escándalo.

El viaje promediaba los diez minutos cuando de repente lo escuché por primera vez. Una granja en la garganta de un señor. Sí, de señor y no de señora. Áspera como lima de uñas. En menos de lo que canta un gallo, se convirtió en un gemido. Si en este momento yo fuera heroína -no digan nada, la estúpida propaganda de OSDE Neo-, me gustaría tener ojos en la nuca para descubrir la fuente de todo mal.

Llegó mi turno de bajarme, pero ese morbo innato me llevó a buscar a la bestia de corral, que en mi imaginación ya tenía plumas y patas filosas. Tremenda fue mi desazón cuando vi a un ser humano común, cabizbajo y bastante enfermo.

lunes, 7 de julio de 2008

Actualizame ésta

Esto de la actualización constante me tiene cansada. Pronto, se van a vender upgrades para personas.

¿Por qué nos quieren convencer de que el pasto del vecino es más verde, de que tenemos que subirnos al tren de la tecnología porque si no, nos quedamos afuera de todo círculo social?

¿Por qué nos viven diciendo que todo es efímero, voluble, descartable?

¿Acaso es la única forma que el mundo tiene para sostenerse a sí mismo y seguir girando? ¿No es un costo demasiado alto?

Si fuera por mí, me teletransportaría en tiempo y espacio sin dudarlo.



UPDATE (¿irónico, no?): "You need to be paranoid to think with machines because machines are always failing", justo a mí me tenía que tocar traducir eso, ¿no?

jueves, 26 de junio de 2008

De privado, poco

El otro día fui al supermercado con mis pantuflas de perro puestas para ver la reacción de la gente. Algunos habrán pensado que era una loca de atar, pero la verdad es que lo mío fue antropología pura: mi intención era ver el efecto que producía un acto meramente privado (andar en pantuflas) en el medio de la Avenida Santa Fé.

Más o menos lo mismo pasa cuando un niño eructa en un restaurante, el vecino baja a abrirle al delivery en pijama y ni hablar de las discusiones a los gritos que trascienden paredes y puertas. Esos momentos privados, donde el otro se da licencias de todo tipo despiertan curiosidad -al menos en mí- porque en el fondo todos tenemos algo de chismosos y nos regodeamos en la incomodidad ajena.

Los vecinos son nuestros extraños más conocidos. Con el paso del tiempo vamos reconociendo sus sonidos, olores y visiones. Sabemos que los viernes a la tarde, después del laburo, el del 4to C pone mezcladito de cuarteto y cumbia al mango. Intuimos que el olor que se filtra es la hamburguesa que se está comiendo el de abajo. Cerramos la ventana cuando el de enfrente se levanta voyeurista.

...lástima que yo hoy me levanté con ganas de vivir en una casa.

miércoles, 11 de junio de 2008

Hay dos, sí, dos

No me digan que todas (sí, este es un post femenino, aunque acepto comentarios de la platea masculina) ustedes se bañan, visten, maquillan y peinan para sentirse bien con ustedes mismas porque es chamuyo. No me digan que les levanta el ánimo ponerse el perfumito de vainilla con coco y la cremita de avena porque yo también me engaño y suelo creérmelo.

El ideal de belleza nos lo impone la sociedad. Ninguna de nosotras vino con el concepto de "lo bello" de nacimiento. Por ese motivo y, después de una exhaustiva encuesta, he llegado a la conclusión de que las mujeres nos vestimos 1) para los hombres, y/o 2) para las otras mujeres.

1) Las que se visten para los hombres privilegian lo sexy por sobre la comodidad. Elijen pantalones ajustados, remeras escotadas y polleras bien cortas para marcar los atributos y el rojo y los colores vivos para llamar la atención. Prefieren las botas o los tacos bien altos, a las chatitas. Se maquillan hasta cuando van al súper y van con la planchita a todos lados.

2) Las que se visten para las mujeres privilegian marca sobre precio. Se compran la última Vogue para estar en la cresta de la ola. Si se vuelven a usar los bobós, se los ponen aunque parezcan un globo aeroestático. Si se ponen de moda las bombachas de gaucho, las usan todos los días, por las dudas. Se gastan la mitad del sueldo en los negocios más top del shopping. Todo para diferenciarse y que las miren otras mujeres.

Si quieren, pueden ser una combineta. Ah y no pregunten cuál soy porque yo uso uniforme.

lunes, 19 de mayo de 2008

El Gran Bebé

Compartir tiempo con una embarazada puede convertirse en algo así como un reality show sin cámaras. El conductor omnipresente es el Gran Bebé y el programa transcurre durante nueve insufribles meses en los que uno aprende sobre las cosas más insólitas, como que hay algo que se llama meconio (¿qué coño?) y que el calendario mayaazteca ya no rige y ahora estamos en la semana 23.

El Gran Bebé es un espíritu que rodea la vida de las embarazadas y sus familiares y conocidos. No tiene nombre en la primera etapa -en algunos casos, sí, pero no importa- y no bien toma forma mínimamente humana va directo a la fotito del MSN de la madre. El Gran Bebé es un ser invocado en los momentos de extrema angustia y malestar -sobretodo en ausencia de la madre- o insoportable alegría, cuando la madre nos cuenta que su Gran Bebé va a tener carácter porque le dio una patada. En este punto me gustaría detenerme: ¿qué bebé no patea? ¡Hasta el parsimonioso de De la Rúa pateó a su madre enérgicamente hace doscientos años!

Lamentablemente, este es un reality show que nunca termina. Desde el momento de gestación, el Gran Bebé pasa a ocupar un lugar fundamental e inexorable en la vida de los cercanos. Su madre, ya no será persona, será madre. Vivirá a través de su hijo, hasta llegado el punto en que se dará cuenta -o no- que es mejor acompañarlo desde al lado a protegerlo -sepultarlo- bajo su pollera.

lunes, 28 de abril de 2008

"Decir que no" en 3 simples pasos

Siguiendo con la línea de servicio a la comunidad iniciada, esta entrada funciona a modo de instructivo para aquellas personas que tienen el "sí" fácil en el ámbito laboral. Podría referirme a otras esferas, como la afectiva, pero por el momento no me interesan.

¿Si...

alguna vez tuvo que realizar algún favor no relacionado estrictamente con su labor, léase pagar una cuenta, sacar una fotocopia, arreglar una impresora, llevar un par de zapatos a la zapatería, cuidar un bebé, o simplemente fregar una alfombra?

alguna vez fue tentado a trabajar durante el fin de semana, a cambio de una paga suculenta que con el correr del tiempo se fue devaluando a punto tal de convertirse en ínfima?

alguna vez tuvo que dar explicaciones por el descuido de un tercero?

alguna vez tuvo que salir por la puerta de atrás del establecimiento de trabajo para evitar que su integridad física corriera serios riesgos?

alguna vez fue víctima de un acoso sexual por su condición de mero empleado?

Entonces...

1) Primer paso: Asegúrese que esté en un trabajo que le genera al menos un 30% de satisfacción de algún tipo. Si después de haber pasado semejantes abusos, no está satisfecho en algún aspecto, vaya pensando en un cambio.

2) Segundo paso: Si es la quinta o sexta vez que le asignan una tarea no directamente relacionada con su trabajo, dé a entender que no está conforme con su trato. Si sus indirectas no son claras, manifieste su descontento explícitamente, ya sea a través de una cara de orto, un sarcasmo o una flatulencia, en el más extremo de los casos. Hágase valer.

3) Tercer paso: Si ya superó los dos estadíos anteriores, ya está en condiciones de decir que no, a quien sea. Al fin y al cabo, siempre va a haber una persona más barata y eficaz que haga lo que usted se niega a hacer.

[Disclaimer: Este blog y su autora no se hacen responsable de los daños que puedan causar los comentarios aquí expresados]

jueves, 17 de abril de 2008

Libro de Caras

Después de varios intentos fallidos de otras personas, gracias a una amiga conocí el Libro de Caras, o Facebook. Según ella, es la mayor invención de la tecnología de los últimos años. Para mí, es más de lo mismo. A fin de entenderla y entender a los miles de millones de usuarios que se refugian en esa gran aldea, formulé y me respondí algunas preguntas, después de un minuto en el sitio:

¿Para qué quiero tener un Libro de Caras? Ellos mismos declaran que el sitio es una "herramienta social". Ajam, interesante. O lo que es lo mismo, un instrumento que sirve para determinado fin en pos de la sociedad. ¿Es un blog? No, porque básicamente ellos te dicen sobre qué escribir, cómo y qué longitud tiene que tener. ¿Es un fotolog? No, porque sus múltiples funciones permiten a uno desde enviar un pescado de regalo hasta la posibilidad de "ganar" puntos escribiendo direcciones de mails de tus conocidos para acceder a las personas que visitaron tu Fecebook en el último día. ¡Jaja, qué baratos que son!

¿Qué necesidad hay de que esa red sea virtual? Este punto es interesante. En la vorágine del día a día, nos dicen que nos olvidamos de socializar. Y las veces que nos acordamos, reducimos el contacto a un llano mensaje de texto o un mail. Ahí es donde entran en juego los señores estos. Ellos quieren que nosotros, en vez de mandar mail, escribamos a nuestros amigos en su ventanita colorida para tener un control "más cercano" de nuestras actividades.

¿Por qué hacen hincapié en que nuestro nombre sea real? El grado de paranoia aumenta, oh sí. Necesitan que nuestros datos sean verdaderos para que no falle la contraprueba con el titular del mail (phishing de datos). Claro, es mucho más fácil saber que a Juan Ancho de Bastos ("el verdadero") le gusta jugar al buraco, las rubias y el scotch on the rocks (lo cual denota a su vez la edad y nivel socio-económico de este buen hombre) para que los analistas de estas infinitas bases de datos hagan bien lo suyo.

Con estas P&R, llegué a la conclusión de que mi paranoia no tiene límites. Y lo peor, si todo fuera tan SIMPLE...

Pd- La foto que adjunto es una prueba más de que estos señores nos tratan de ingenuos animalitos de Dios.

lunes, 7 de abril de 2008

Con canas así...mejor ser pelado


Torrente, el brazo tonto de la ley. Dirigida por Santiago Segura, esta película narra las aventuras de un ex-policía racista, machista e ignorante que trata de hacer lo imposible para que lo reincorporen a la academia. Prepárense para una sesión de sátira y humor ibérico de lo mejor que he visto. Este mes en ISAT.

lunes, 31 de marzo de 2008

Miss Information

No tengo miedo de vivir confinada en mi hogar

Ni de ser golpeada por mis paquetas vecinas con una cacerola

Ni de ser golpeada por matones

Ni de cultivar mis propias hortalizas en mi lavadero

Ni de comer enlatados de por vida

Ni de tomar leche de origen sospechoso

Ni de no más Louis Vuitton, o Lacoste

Ni de que cierren el Alto Palermo

Ni de morir atropellada o inundada

Ni de quedarme sin tele porque las estrellas no pueden llegar al canal

Ni de quedarme sin internet por una falla en el servicio

Ni de vivir sin celular y que no me puedan ubicar

Creo mi único temor en este momento es el mismanejo de la información. Al fin y al cabo, esto se parece cada vez más al país de arriba.

viernes, 14 de marzo de 2008

La verdad de la milanesa

Una tarde de abril de 1987, Carla sintió un olor penetrante que provenía de la bolsita de higiene de su hija Luli. Parecía a milanesa, pero no podía afirmarlo a ciencia cierta. El olor a jabón y a fritura en cuasi-descomposición se fundían en uno. Cuando le preguntó a Luli qué había hecho con la bolsa, la nena se largó a llorar y confesó todo:

L: En el comedor el cocinero siempre nos da milanesas gruesas, con mucha grasa y doble pan. Si queremos comer postre, la condición es que terminemos el plato y, como hoy dieron helado, tuve que meter la milanesa en algún lado.
C: ¿Y dónde está la milanesa?
L: En el inodoro del baño del colegio.

Los comedores de los colegios públicos en los ochenta parecían cuarteles militares. Las señoras gordas que hacían las veces de mozas ponían su mejor cara de bruja cada vez que algún chico se atrevía a preguntar qué día de la semana había pizza o si le podían traer un pan de más. Te obligaban a comer hasta la única miga y, si no, te sacaban automáticamente el postre.

Los chicos se dividían entre los que comían por obligación, los que comían por hambre y los que no comían por asco. No había lugar para débiles (véase película referencial), ni para flacuchos. Siempre en las mesas había un comilón que le sacaba comida a los más flacos para que no los retaran (esa era la excusa).

Como servían sólo agua, los chicos traían Tang y otras yerbas y competían a ver quién tomaba el jugo más concentrado. Vacíaban dos o tres sobrecitos, hasta la mitad del vaso, y la otra mitad la llenaban con agua. Cualquiera que viera esa escena habría pensado que se querían intoxicar. Pero así transcurrían los días en los comedores públicos... para algunos, una oportunidad para comer por doble; para otros, ayuno constante hasta que llegara el famoso cuadrado de queso.

jueves, 6 de marzo de 2008

El portero de al lado

Cuando las personas te entregan el saludo, no hay vuelta atrás. El otro día me di cuenta de esto cuando mi mamá inició una conversación con el portero del edificio de al lado. No habló del fin del mundo ni de nada trascendental, claro. Que el cuadro lo pintó a mano uno de los vecinos (un verdadero mamarracho). Que la maceta era de paja, muy rústica (un juntadero de bichos). Intercambiaban ideas sobre el hall de entrada.

Por supuesto, mi mamá después se fue a su casa y no lo volvió a ver y yo, como vivo entrando y saliendo me lo cruzo todo el tiempo. No es que tenga nada contra el pobre hombre, simplemente... ¿por qué me entregó el saludo? ¿Seguirémonos diciendo "Hola" por el resto de nuestras vidas? ¿O en algún momento el saludo se disipará en un simple cabeceo o una semi-sonrisa, para luego desaparecer por completo?

jueves, 28 de febrero de 2008

Algo en tu cara

De color o blanco y negro. De perfil o de frente. Todos tenemos una fotografía propia preferida que mostramos a diestra y siniestra. La colgamos en el MSN, en el blog, en la mesa de luz o en el fondo de pantalla de la PC/celular, si nuestro amor propio supera niveles sanos.

Nos fascina porque creemos que nos devuelve una imagen más favorable que el resto de las fotografías cotidianas. Esas famosas espontáneas que captan oportunamente el orégano en la paleta, los pelos en los ochentas o los ojos en blanco.

No sé si es de exquisitos, poco fotogénicos o terribles bagres, pero muy pocas fotos nos conforman al punto de afirmar "ÉSTA FOTO ME GUSTA". La vida en movimiento es mucho más divertida, ¿no?

lunes, 11 de febrero de 2008

Inconsciente

El inconsciente me tiene –por decirlo de alguna manera– cansada. El mío y el de los demás. Si bien hace un tiempo mi registro del inconsciente era prácticamente nulo, hoy en día siento que cada vez es más visible y hasta le podría poner un nombre: Pepe.

Resulta que Pepe últimamente está teniendo antojos de lo más extravagantes: chupi barato, frutas exóticas y alfajores de chocolate Havanna (muy en boga en esta época del año). Y como a mí la verdad me gustan sólo el Baileys y los de fruta, el muy mal parido de Pepe me está trayendo una gastritis de la ostia.

Parece que a Pepe le gusta laburar a medio turno, unas 4 horas con descansos cada diez minutos. Y como en este verano estuve laburando, entre clases y traducciones, el doble de lo que él soporta, me tiene despierta todas las noches para irse de gatos.

Pero Pepe no es el único inconsciente que se manifiesta por las noches. En estas vacaciones tuve la suerte de recordar lo que era dormir junto con mi gran amiga V. Cuando todas cerramos los ojos, V. abre la boca. Nos cuenta sus miedos, aventuras, deseos y quejas. Nos invita al mundo de sus sueños. Esta vez, fue un campamento. Estabamos todas juntas, haciendo una fila para lavar la ropa en una pileta y ella; órden va, órden viene; nos confesaba las cosas más insólitas. Como que no le gustaba su profesor de natación (del que nunca nos habló) o que ella no iba a lavar la ropa por nosotras.

Pepe somatiza; el de ella, habla. ¿Y el de ustedes?

miércoles, 23 de enero de 2008

El mono Pancho

El día que Pancho abrió los ojos por primera vez, vio a su madre y detrás de ella a su veterinario. Al poco tiempo, fue aislado y trasladado a un ecosistema “naturalmente” creado por el hombre a imagen y semejanza de la selva a la que pertenecía su especie. Allí conoció a otros semejantes con los que compartía su condición de huérfano. Se las rebuscó para encontrar los alimentos que los cuidadores escondían “estratégicamente” simulando la disposición que tendrían en la selva.

Los años fueron pasando y Pancho, ni un rasguñón (su veterinario le curaba las heridas que le producían los machos más fuertes), ni una novia. Su vida artificialmente creada lo llevó a tomar como hijo a una liebre que visitaba su jaula en busca de zanahorias.

Paradójicamente, los cuidados que le brindaron los humanos para que siga siendo un objeto de exhibición le dieron una vida de 50 años. Y hoy, con ceguera y artrosis a cuestas, Pancho vive en una caja de vidrio de dos por dos. Sin lianas, sin monos que jueguen con él o quieran dominarlo, sin liebre. Pero con un gran plato de verduras disecadas “especialmente” diseñadas para monos en cautiverio.

lunes, 7 de enero de 2008

Homos morbidus

Hay quienes afirman que el ser humano es el animal más morboso. La primera acepción de morboso es "enfermo" y una de las últimas, "que presenta inclinación al morbo", es decir, a las cosas desagradables. Es claro que no todas las cosas desagradables atraen con la misma intensidad que otras. Ni que atraen de la misma manera a todas las personas. No es lo mismo sentir una fascinación por lo prohibido, desde el voyeurismo hasta la enfermedad o la muerte, que verse atraido por olores repugnantes o regocijarse en el dolor ajeno, bordeando el sadismo.

Es así como, sin esperarlo, descubrí que tengo un nuevo morbo, quizá el menos avergonzante, pero de suficiente relevancia como para hacerme cargar con el calificativo de "asquerosa". La cosa es que me gusta apretar los puntitos negros de otras personas, en especial los de la espalda. Por desgracia, no tengo mucha experiencia en mi haber porque, en general, sufro el rechazo de quienes tienen este mal.

Una vez convencida la víctima, comienza el ritual. Instrumentos en mano, procedo a remover la tapita de la espinilla. Con una mini pincita, especialmente diseñada para la tarea, empujo la dermis circundate con la fuerza justa y necesaria para no lastimar ni dejar marcas. El súmum de placer lo provoca la liberación del cebo a través del poro.

Cuando le confesé esto a V y N, descubrí por qué son mis amigas más cercanas. Las chanchas somos tres, no una sola.